lunes, 20 de mayo de 2013

Un guión en 24 horas

El pasado viernes, después de una alegre reunión en la que bebí un poquito más de vino de la cuenta, llegué a casa y me decidí a hacerlo, y para asegurarme de que ya no había vuelta atrás, publiqué el siguiente post en mi Facebook: "A tomar por culo, ¡acepto el desafío! Voy a ESCRIBIR UN GUIÓN DE CINE EN 24 HORAS. Desde las 10 de la mañana del sábado hasta las 10 de la mañana del domingo. Acabaré sudando cada palabra, cagando cada frase de diálogo, sangrando cada secuencia... ¿Lo conseguiré, sobreviviré? No lo sé, sólo sé que, a partir de ya: ¡no estoy pa nadie! XD"

Intentaré no alargarme demasiado para explicar lo que ha sido el proceso de esta pequeña gran aventura: 

LOS ANTECEDENTES:

Todo empezó cuando leí un post titulado "Escribe", del guionista Sergio Barrejón, en el que animaba a eso, a escribir, a pegar el culo en la silla, poner las manos sobre el teclado y escribir, escribir y escribir, como mejor terapia para vencer los miedos, inseguridades y tormentos varios que sufrimos TODOS los guionistas, y porque es lo que un guionista debe hacer: ESCRIBIR (aquí está el post, muy recomendable). Bien, pues en este post aparecía un enlace a otro del bloguero y también guionista Juanjo Ramírez, y titulado: "¡Ayudadme a escribir un guión de mierda en 24 horas!". En él Juanjo solicitaba a los lectores una idea para el largo, un punto de partida (escogió uno de entre todos, el que más le gustó), y a partir de ahí, se encerró en casa durante todo un día para escribir el guión (aquí el post). Me fascinó tanto la iniciativa que enseguida supe que yo también tenía que hacerlo. Y después de algunas semanas considerando cuándo, llegó la hora.

EL DÍA G:

A diferencia de Juanjo, yo ya tenía mi idea (una de tantas que rondan siempre por la cabeza de los escritores como satélites perdidos en la galaxia). Sabía cuál era mi punto de partida pero no a dónde iba ni cómo llegaría (si es que conseguía llegar). Sólo había una forma de descubrirlo: escribiendo.

Así que el sábado a las 10 de la mañana, con puntualidad inglesa y horario español (es decir, de parado) me puse a trabajar, ahí, sentadito en mi silla, delante de mi portátil. Sólo descansaba cada cierto tiempo para ir al servicio, antideshidratarme, y estirar las piernas, una hora para el almuerzo y otra para la cena, una ducha por la tarde para refrescar ideas, y una salida nocturna para comprar bebida energética en el chino y evitar quedarme dormido durante la madrugada, y el resto escribir, escribir, escribir, escribir, pensar, tramar, idear, escribir, escribir...

La ansiedad y el estrés hicieron su aparición muy pronto, cuando eché el primer vistazo a cuántas páginas llevaba y comprobé que las horas pasaban más deprisa que las hojas (y siempre fue la misma sensación cada vez que miraba, así que recomiendo que no lo hagáis mucho). ¡Quería coger mi cabeza y empotrarla contra la pared, quería viajar atrás en el tiempo y anular aquel post antes que nadie lo viera, quería coger a Juanjo Ramírez y decirle: "¿Por qué me has obligado a hacer esto?", y él me hubiera dicho seguramente: "¿Obligado? Yo no te he obligado a nada. Y perdona: ¿quién eres y por qué me estás amenazando con un cuchillo?"! Por otra parte, imaginaos lo que es que lleguen las 21:2algo del sábado, descansar para cenar y darte cuenta de que, siendo ya de noche y con todas las horas del día sobre tus hombros, ¡aún te queda la mitad de la jornada! Ese punto del ecuador fue sin duda mi momento más difícil. Además, cuando volví a la faena, tenía tan jorobadas las cervicales y el lumbago que le dí una patada a la p... silla y me tumbé en la cama a seguir escribiendo. Para ese momento estaba ya tan metido en la historia, en mi viaje, que no temía quedarme dormido. De todas formas me tomé el "chute de cafeína" que había comprado, por si las moscas.

No todo fue malo, por supuestísimo que no. La mayoría del tiempo entré en lo que en psicología se conoce como "flujo", que es aquel estado en el que estás tan metido en la tarea que estás realizando que te olvidas de todo (de ti mismo, de tu entorno, de las preocupaciones, de Rajoy...), es decir, el estado en el que eres completamente feliz. Pero aún así, reconozco que hubo momentos en los que sufrí y lo pasé mal. Y me alegro. De no haber sido así no habría merecido la pena.

ESTACIÓN DE LLEGADA. 

Porque a las seis y pico de la madrugada del domingo por fin pude teclear estas palabras, y nunca antes lo había hecho con tanta satisfacción: "NEGRO. TÍTULOS DE CRÉDITO". Y entonces fue cuando despegué los dedos del teclado para cubrirme la cara con las manos y... Frotarme los ojos. Es que tenía la vista cansada después de tantas horas, claro. Como me sobraba tiempo, hice una revisión rápida para corregir fallos de escritura y tras eso, a las 07:45 del domingo, publiqué en Facebook este post: "AMANECIÓ. Guau. Al final tan sólo me han sobrado dos horitas, pero puedo decir que, ¡PRUEBA SUPERADA! ESCRIBÍ MI GUIÓN EN 24 HORAS. Lo he sudado, lo he llorado, lo he sufrido, pero sobre todo, LO HE VIVIDO. He vivido la historia como nunca antes lo había hecho. Una historia muy personal para una experiencia única, inolvidable. Ya hablaré de ello más detenidamente en mi blog. ¡Ahora estoy demasiado cansado, quiero dormir!" Y me dormí.

CONCLUSIONES.

Sí, ya sé que dije que iba a ser breve, pero qué queréis, estoy resumiendo una experiencia de casi 24 horas, ¡es toda una vida! 

Os hablaré de otro fenómeno que se estudia en psicología: la motivación al logro. Es esa característica que poseen algunas personas y susceptible de ser explotadas en otras, por la que se motivan a hacer las cosas por el mero hecho de hacerlas, por la satisfacción que genera la experiencia en sí, sin buscar a cambio ninguna recompensa económica, sexual, espiritual o de cualquier otro tipo. Os aseguro que es lo que más gratificación provoca. El día posterior a la experiencia tenía la sensación de que me había convertido en Macario, el muñeco de Jose Luís Moreno, diciendo constantemente eso de: "¡Qué contennnto estoyyy!". Sí, efectivamente, parecía que acababa de echar un polvazo pero mejor todavía.

Sin embargo, las palabras que mejor resumen mi experiencia están remarcadas en mayúsculas en mi post post-test de Facebook: "LO HE VIVIDO". Nunca antes me había metido tanto en una historia ni la había sentido de igual forma: cuando mis personajes hablaban, ¡yo estaba allí en medio, girando la cabeza de un lado a otro cada vez que había un cambio de palabra! Pensad en el libro que más os haya atrapado y nunca será como cuando decidáis probar esta experiencia (y sé que lo haréis). 

Por otra parte he descubierto (aunque me temo que es algo que seguiré teniendo que demostrarme cada día) que puedo, que soy capaz de vencer esas fobias, esas inseguridades, esos bloqueos, y que la mejor manera de hacerlo es escribiendo y.

"¡Pero espérate David, no te vayas, cuéntanos algo de lo que has escrito!". Ah, sí, claro: decir simplemente que al final llegué a las 74 páginas (no está mal, eh), y que siendo honesto, no lo considero "un guión de mierda", sino algo bastante decente, entendiendo por "bastante decente" algo que no es enseñable a productoras o directores pero sí una buena materia prima para una 2ª, 3ª, 4ª... revisión.

"¿Y ya está, no vas a contar nada más? Dinos de qué va la historia, enróllate". Bueno... Digamos que esta experiencia que al final ha resultado tan vital, tan personal, lo ha sido también por la historia que he terminando contando, la más personal sin duda que nunca he escrito, así que... De momento es algo que se queda entre la hoja electrónica y yo.

Muchas gracias Sergio, mil gracias Juanjo, y miles y miles de gracias a todos los que me mandasteis vuestro ánimo. Hasta la próxima aventura.
    

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